Extracto del Boletín Semanal
Noviembre 29, 2015
“Lávame mas y mas de mi maldad, y límpiame de mi pecado” Salmo 51: 2
“Cuando abrí la puerta de la Iglesia,” recientemente escribió un joven Pastor, “escuche un aletear, y fijándome, vi un pájaro brillantemente colorido que volaba por el cuarto sobre los escaños y pegaba contra el vidrio de la ventana.
Al principio parecía deslumbrado, pero pronto se corrigió a si mismo e hizo otro lanzamiento a través del cuarto hasta una ventana en el otro lado.
Hizo intentos repetidos, llegando casi al enfurecimiento en sus esfuerzos por volar al través del vidrio, y aparentemente sin nunca aprender que bien puede haber obstáculos al pasaje, que no pueden ser vistos por el ojo.
Por fin cayo agotado. Levante a la pequeña temblorosa criatura y golpee gentilmente sus plumas, musitando mientras tanto una expresión que había venido a mi mente al observar el procedimiento extraño- ‘Barreras Invisible’.
Al estar así, me pareció que yo la iglesia y que el Salvador estaba buscando entrar en mi corazón y en mi vida.
Según todo parecía, el camino estaba abierto para que Cristo entrara; mas sin embargo, el no había entrado en la plenitud con que yo quería que entrara; yo me preguntaba por que era así.
Ahora yo se que fue por las barreras invisibles de mi vida interior, de las cuales solamente el y yo podíamos saber – invisibles a otros- y estas barreras dentro de mi alma eran la puerta cerrada a la presencia y al poder del Salvador. “Me di cuenta ahora del significado y de las consecuencias de ciertas cosas.
Los pensamientos que yo había permitido pensar muchas veces – el Salvador no podía entrar y compartirlos conmigo.
Había planes y esperanzas que no eran para la gloria de Dios o para el avance de Su Reino – el Salvador no podía entrar y compartirlos conmigo.
Había muchos cuadros colgados de las paredes de mi memoria, unos que yo deje colgados allí – el Salvador no podía entrar y compartirlos conmigo.
Había muchos cuadros colgados de las paredes de mi memoria, unos que yo deje colgados allí – el Salvador no podía venir a mi alma hasta que esos cuadros fueran quitados.
Había egoísmo y mundanalidad; había orgullo y celo; había una condición que podía llamarse “centralismo personal” en vez de “Dios en el centro” – el Salvador no podía entrar a vivir y trabajar en mi mientras tales cosas me dominaran por dentro.
Había emociones malas en lo profundo – en las intenciones de mi corazón, el lodo subyacente que en apariencia era la corriente pura y clara de la vida de arriba. – el Salvador no podía entrar mientras esa condición reinara allí.
Y había falta de fe; falla en confiar cuando el camino era rudo o el trabajo aparentemente imposible – ¿podía el Salvador confiar en mi cuando yo no confiaba en él?
¿Podía él creer en mí cuando yo no creía en él?
¿Podíamos nosotros ser compañeros en esta gran vida del Reino cuando yo no estaba cooperando mas plenamente de lo que estaba? “Mas que todo esto, había la voluntad rebelde que no se sometía.
Cuan extraño todo me parecía a mi ahora, al golpear al pájaro y repetir las palabras, ‘Barreras invisibles’.
Abriendo de par en par la puerta del templo, deje libre al pájaro para que volara en el cielo donde tanto anhelaba estar.
Volviéndome, me enfrente al Maestro, suplicándole que me ayudara y me mostrara como abrir plenamente todas aquellas puertas invisibles que yo le había cerrado, y que le permitiera entrar a vivir conmigo y a trabajar conmigo y yo en él.”
(Este es El Testimonio de un Joven Ministro.)
“Tal como soy – Tu amor desconocido Ha derribado todas las barreras- Y ahora, para ser completamente tuyo, Cordero de Dios, a Ti vengo rendido.”
“y al que a mi viene, no le echo fuera” Juan 6: 37
¡Que Dios los bendiga!
Ps. Marisa Varjabedian