El Sermón Del Universo

Extracto del Boletín Semanal


Marzo 06, 2016

“Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela… para ver Tu poder y Tu gloria” Salmo 63:1,2

Para darle a Dios la debida reverencia debemos buscar el conocimiento de la grandeza de Su Gloria.

Este fue el clamor del corazón de Moisés, cuando con temeridad rogó: “Te ruego que me muestres Tu Gloria.” (Éxodo 33:18)

Cuanto más extensa es nuestra comprensión de la grandeza de Dios (aunque es incomprensible en sí misma) más grande es nuestra capacidad del temor y reverencia por El.

Por ese motivo el salmista nos anima diciendo: “Porque Dios es el Rey de toda la tierra; cantad con inteligencia” (Salmo 47: 7).

Somos invitados a contemplar su grandeza. Mas aun, sin demora, el salmista nos dice: “Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable” (Salmo 145:3).

Esto me lleva a recordar la historia de la muerte de San Agustín. Agustín fue uno de los grandes líderes de la época.

Sus escritos versan sobre las asombrosas maravillas de nuestro Dios, y han servido como referencia durante cientos de años.

Una de sus grandes obras es La Ciudad de Dios.

En su lecho de muerte, rodeado por sus amigos más cercanos, mientras Agustín se estaba yendo para estar con el Señor, su aliento ceso, su corazón se paro y un sentido de paz lleno la habitación.

Repentinamente, sus ojos se abrieron nuevamente, y con su cara radiante, le dijo a los presentes: He visto al Señor, todo lo que he escrito no es mas que paja.

Luego partió para su hogar eterno.

SANTO, SANTO, SANTO…

Isaías tuvo una visión de la inescudriñable gloria de Dios. Él vio al Señor sentado en el trono alto y sublime, y Su Gloria llenaba todo el templo.

A Su alrededor había ángeles llamados serafines, quienes a causa de la gran Gloria de Dios, cubrían sus caras con sus alas mientras gritaban: “Santo, Santo, Santo, Jehová de los Ejércitos; toda la tierra esta llena de Su Gloria.”   Isaías 6:3
Nosotros hemos cantado estas mismas palabras en nuestras iglesias en forma de himnos.  Sin embargo, generalmente, están vacías de la pasión encontrada en esos ángeles.
Usted probablemente vera a la gente bostezando o mirando para otro lado mientras cantan esas palabras.

¡Oh, que diferente es la atmósfera en el salón del trono de Dios!

Estos poderosos y asombrosos Ángeles no estaban aburridos o inquietos; no estaban simplemente cantando canciones bonitas.

Ellos no decían: “Dios, ya hemos estado cantando estas canciones ante tu trono durante millones de años, ¿crees que podríamos hacer un cambio? Nos gustaría ir a explorar otras partes del Cielo.” ¡De ninguna forma!.

Ellos no desearían estar en ninguna otra parte mas, sino permanecer cantando alabanzas delante del trono de Dios. Estos espectaculares ángeles no estaban simplemente cantando una canción sino respondiendo a lo que ven.

Cada momento a través de sus ojos velados, vislumbraban otra faceta y una mayor dimensión de la gloria de Dios siendo revelada. Impactados, ellos gritaron: SANTO,SANTO, SANTO.

De hecho su grito combinado era tan fuerte que los quiciales de las puertas se estremecieron por sus voces y toda la habitación se lleno de humo.

¡Olaláa!, Una cosa es que las ondas del sonido sacudan un edificio aquí en la tierra, pero es otra muy diferente sacudir las columnas arquitectónicas del Cielo!

Estos ángeles han estado alrededor del trono de Dios desde tiempos inmemorables. Aun así, ellos experimentan una constante revelación del poder y la sabiduría de Dios. Su grandeza es realmente inescrutable.

Fragmento copiado del libro de John Bevere “El temor de Dios” Cap.3 Pág. 35

¡Que Dios los bendiga!
Ps. Marisa Varjabedian